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Cuando se reunieron allí, en una gran ceremonia sacaron agua del pozo y la derramaron delante del Señor. También ayunaron todo el día como señal de tristeza por sus pecados. Y Samuel quedó establecido en Mizpa como juez de Israel.

Cuando los filisteos se enteraron de la gran concentración que había en Mizpa, sus príncipes se movilizaron contra ellos. Los israelitas sintieron un miedo horrible cuando supieron que los filisteos se acercaban. «Ruega a nuestro Dios para que nos salve» —suplicaban a Samuel.

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